Benín es uno de esos países que cuentan con una historia apasionante.
En el sur de Benin, según la tradición oral, un grupo del pueblo Adja emigró durante los siglos XII o XIII hacia el este de Tado, en el Río de Mono, y fundó la ciudad de Allada.
Las disputas dinásticas entre tres príncipes herederos supuso en 1625, el desmembramiento del reino, quedándose Kokpon, como rey de Gran Ardra, mientras otro hermano, Mai-Aklin, fundó la ciudad-estado de Abomey, y el tercero, Agdanlin, fundó la ciudad de Ajatche o Pequeño Ardra (llamado Porto-Novo por los comerciantes portugueses). Los reyes fon, de Abomey, organizaron un Estado centralizado, que extendió sus dominios al este y al oeste de las actuales fronteras de Benín. Un ejército moderno y disciplinado (que tenía la particularidad de contar con un gran contingente de mujeres, característica que mantuvo hasta el fin del siglo XIX) les permitió romper la tutela del Alafin de Oyo (Nigeria) y conquistar varias de las ciudades yorubas. Desde el siglo XVII traficantes ingleses, franceses y portugueses usaban el puerto de Ouidah, principal centro de la trata, para recibir convoyes de esclavos.
La
monarquía de Abomey sufrió un duro
golpe cuando Inglaterra prohibió el tráfico de esclavos en 1818, pero el rey Ghezo (1818-1856) mantuvo el tráfico clandestino hacia Brasil y Cuba.
Promovió, además, el desarrollo de la agricultura y adoptó un férreo monopolio
estatal del comercio exterior.
Su
nieto Benhanzin heredó en 1889 un estado próspero,
pero sobre el cual que tenía amenaza colonial. Las tropas francesas
desembarcaron en 1891. Fueron enfrentadas por los fon, que no pudieron impedir
la ocupación de la capital, en 1892. Benhanzin se transformó en un símbolo de la resistencia anticolonial.
Los
colonialistas implantaron un sistema de sobreexplotación de la mano de obra
agrícola, monopolizando el comercio de aceite de palma.
Cuando
el país obtuvo la independencia, el 1 de agosto de 1960, exportaba la misma
cantidad de oleaginosas que en 1850 y tenía una población tres veces mayor. La
independencia fue resultado directo de la debilidad de Francia después de la
Segunda Guerra Mundial,
El
gobierno autónomo heredó una economía arruinada y una sociedad dividida por la
corrupción colonial. Comenzó un período de gran inestabilidad, en el que se
sucedieron doce gobiernos civiles y militares en 16 años.
Primero
estuvo Hubert Maga de presidente tras un golpe de
estado que será destituido por un nuevo golpe. En 1967 surge un nuevo gobierno
provisional que promulga al año siguiente una nueva constitución bajo la
presidencia del general E. D. Zinsou que
es destituido en 1969 por un directorio militar dirigido por P. E. de Souza.
La
descomposición de la elite neocolonial era completa cuando el 26 de octubre de
1972 el entonces mayor Mathieu Kérékou
encabezó un golpe de Estado de jóvenes oficiales que se alzaron contra la
corrupción y el despotismo existentes. Dos años más tarde optaron por el marxismo-leninismo, cambiaron el nombre del país por el de República
Popular de Benín e introdujeron un sistema de
organización política y económica comunal. Todos los bienes extranjeros fueron
nacionalizados y se organizó el Partido de la Revolución
Popular de Benín en calidad de partido único.
En 1980
fue elegida una nueva Asamblea Nacional Revolucionaria. Se restablecieron los
contactos con Francia. La producción de
aceite de palma continuó descendiendo, aunque aumentaron las ventas de algodón
y azúcar. El desempleo continuó siendo un grave problema, pero en 1982 Benín
descubrió yacimientos petrolíferos en el mar, que garantizan la autosuficiencia
del país en materia de energía. Pero una grave sequía, encarnizada sobre las
provincias septentrionales, frustró todas las expectativas optimistas.
La
crisis económica obligó a aceptar los dictados del FMI; se estableció un impuesto del 10% a los salarios y una reducción
del 50% a los beneficios sociales sobre los ingresos.
El 8 de
diciembre de 1989, el presidente Kérékou anunció el abandono de la ideología marxista leninista. Se
redactó una nueva Constitución que contempló una serie de reformas políticas y
económicas, entre las que se destaca la promoción de la empresa privada.
El 24
de marzo de 1991, el primer ministro Nicéphore Soglo derrotó al presidente Kérékou con 68% de los votos en la primera
elección presidencial realizada en el país en 30 años. En 1992 se amnistió al
ex presidente Kérékou, procesado por
sus actividades posteriores al golpe de Estado de 1972, y los presos políticos
fueron liberados.
Soglo prosiguió la política de liberalización de la economía y de
privatización iniciada por su predecesor. la deuda siguió representando un alto
porcentaje de los recursos obtenidos anualmente, y en 1992 equivalió a 27% de
los ingresos del país.
La
devaluación de un 50% del franco, decretada por Francia en enero de 1994, tuvo
efectos contradictorios sobre la economía de Benín. El PBI siguió creciendo a un
ritmo de 4% al año y las exportaciones de algodón aumentaron, pero la reducción
del gasto público conllevó cortes drásticos en los programas sociales.
En las
elecciones de marzo de 1996, Kérékou, derrotó a Soglo por escaso
margen.
Entre
agosto y octubre de 1997 una peste mató 60 mil cerdos, el 10% de la reserva de
suinos de Benín.
Las
elecciones parlamentarias de marzo de 1998 dieron la victoria a la facción del
presidente. El primer ministro Adrien Houngdedji renunció y sus funciones fueron absorbidas por Kérékou.
En
julio de 2000 Benín calificó para la Iniciativa Ampliada para
Países Pobres Muy Endeudados con una reducción de su deuda externa en 460 millones de dólares.
Un
barco que cargaba decenas de niños hizo de Benín el centro de una búsqueda internacional en abril de 2001, y puso
de relieve el tráfico de esclavos que impera en el país y la región. En octubre
de 2003, los presidentes de Nigeria y Benín decidieron emprender una misión
conjunta para la repatriación de niños esclavos, con el apoyo de UNICEF y la ONG Tierra de los
Hombres.
En
enero del mismo año, el Parlamento aprobó la ley que prohíbe todo tipo de
mutilaciones genitales femeninas, y estableció multas y penas de prisión de
seis meses a tres años para aquellos que las realicen, con máximas de hasta
cinco años si la mujer es menor de edad, y de diez años si ésta muere a
consecuencia de la mutilación.
Las
elecciones parlamentarias de marzo de 2003 volvieron a dar la mayoría a la
facción de Kérékou, que alcanzó el
55,8% de los votos.
Un
informe de UNICEF, publicado mayo de
2005, reveló que, al año, la cifra de niños traficados en el país rondaba los
50 mil. Los traficantes usualmente aseguraban a los padres que sus hijos
ganarían dinero suficiente, enviarían a casa grandes sumas de dinero y que
recibirían, además, una buena educación. La gran mayoría eran traficados hacia Nigeria para trabajos forzado en canteras y otros hacia Europa, para
servir como esclavos domésticos. La mayoría de los padres, si volvían a ver a
sus hijos, era sólo pasados muchos años. Una forma de aterrar a los niños
traficados era hacerlos pasar por ceremonias vudú, en las que tomaban votos
especiales, y asegurarles su muerte en caso de que los rompieran.
Boni Yayi, un banquero, venció con casi 75% de los sufragios en la segunda
vuelta de las elecciones presidenciales de marzo de 2006. De esta forma se dio
por culminada la «era Kérékou». La
Constitución no le permitió presentarse a una nueva candidatura, por excederse
del límite de edad.
Tras
las elecciones de abril de 2007, y pocos días después de haber resultado ileso
en un atentado contra la caravana presidencial, Boni tomó el control de la mayoría del parlamento.
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